Dolor. Un
pinchazo en el alma que te hace cambiar la rueda para seguir. Sé que “más antes
que después he de enfrentarme al delicado momento”, que cuando la realidad, en
forma de muerte, te baja al suelo, no hay excusa que valga, pues cuando llegue
el momento, el del “final de tu vida, es cuando te das cuenta de que el diablo,
cuando te pasa la factura… siempre la cobra al contado”. Llevo un par de días saliendo
con la Pálida Dama, andando más muerto que vivo, porque aunque no sea de una
forma directa, creando un vacío importante, la guadaña de la calavera me ha
hecho dos pequeños cortes en dos días.
Por una parte,
aunque no conozcas a una persona, solo por saber que comparte contigo una gran
familia en la que pocos saben de los demás, la muerte de uno de sus integrantes
puede llegar a escocer. 5000 compañeros sienten la falta de una, que, quién
sabe, tal vez pudiera trabajar conmigo en un futuro en un colegio.
Por otra lado,
arraigada a mi infancia en la playa, con la que me centrare más, el fallecimiento
de una bullense, madre de una familia espléndida, de unos hijos maravillosos
con los que compartía cada verano. Me caen lágrimas como puños de recordar cada
momento contigo, tardes a remojo en la playa con no más de 5-6 años, meriendas
con tu hijo menor o charlas por la ventana del patio, año tras año para
preguntarnos lo mismo (estudios, que si novia, por mis padres, por mi abuela),
pero, sobre todo, por ver a mi abuela o a mi madre llorar desconsoladamente las
imágenes del accidente, a tu marido, por televisión con el gesto desfigurado de
la rabia y el llanto o a tus hijos estupefactos, sin parpadear, mirando el autobús.
Desde aquí te escribo para que sepas que desde aquí, estoy seguro, cada uno de
los que te conocimos lucharemos por seguir como aprendimos de ti en cada uno de
los aspectos de la vida. Echaré de menos pasar por el pasillo del piso de la
playa y no oler tu comida verte tender la ropa e, incluso, oírte reñirles a tus
nietos. Gracias por todo. En esta casa siempre se te recordará y se te echará
de menos. Un beso, adiós y cuídate.
En cuanto a
mí: “sin prisa, que a las misas de réquiem nunca fui aficionado, que el cura
que ha de darme la extremaunción no es todavía monaguillo, que el traje de
madera que estrenaré no está siquiera plantado”. “Y si a mi tumba os acercáis
de visita el día de mi cumpleaños y no os atiendo, esperadme en la salita hasta
que vuelva del baño”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario